lunes, 2 de abril de 2012

Día3: Amberes y Bruselas

Hoy sí que se puede decir que hemos hecho honor al título del blog, al menos en la primera parte del día. Con este tercer día hemos completado el ciclo de ciudades a las que nos movemos en tren, y hoy le ha tocado a Amberes.

Para empezar bien, hemos descubierto que somos familia numerosa sólo en fines de semana, así que ha tocado pagar religiosamente cada billete individual. Luego nos hemos montado en el primer tren que hemos visto que iba para Amberes, que ha resultado ser un cercanías que ha parado casi hasta en casa del revisor, que ha flipado en colores y se ha reído un ratejo viéndonos a nosotros, pobre familia, en el mismo asiento cada vez que volvía a revisar los billetes. Hemos rematado la faena bajándonos una estación antes de la que teníamos que bajar (amos, en la primera que ponía "Amberes", que ha resultado ser la de las afueras). Por fin nos hemos subido al siguiente tren y nos hemos bajado en la estación central de Amberes cuando serían ya las 10.30.

Por lo menos sí que puedo decir que desde que hemos bajado del tren (del segundo, del bueno) hemos sabido que ha sido un acierto acercarse hasta Amberes, ciudad que gracias al enorme estuario del río Escalda se convirtió en uno de los puertos más importantes de estas tierras (ya sabéis, de cuando Castilla vendía lanas para comprar los ropajes hechos con ella... nosotros siempre tan listos).

La estación es un edificio enorme, cuya parte antigua, la que carga con poco más de 100 años, parece ser del neoclasicismo y el resultado es verdaderamente espectacular. Junto a esta estación se encuentra el zoo de la ciudad, con dos grandes leones a la entrada, y parece ser que hay fiestas por aquí, pues en la plaza de la estación nos aguardaba una noria nada despreciable, además de un par de atracciones más que funcionaban a ritmo del "Bomba 2000" (literalmente).

La visita a la ciudad no nos ha ocupado más que la mañana, aunque he de decir que la cuenta con unas calles bastante bonitas, e incluso con un castillito a la orilla del Escalda que, aun siendo moderno (o al menos así parece), no deja de ser pintoresco. La única pega que le tengo que poner es que media ciudad estaba levantada por obras, incluido lo que hemos supuesto que era el paseo principal. Es una ciudad que parece eso, una ciudad y no un centro turístico. Está fuera de las hordas de extranjeros que invaden Brujas y Gante y puedes hasta imaginar que haya gente viviendo y trabajando allí.

Después de comer (no ha habido chocolate esta vez :( )hemos vuelto a Bruselas, a ve la parte de la ciudad que pilla más alejada del hotel, para así no tener que ir mañana.

Para empezar hemos tomado el metro hasta el Atomium, el monumento que quedó tras la Expo del 58. Creo recordar que tiene algo más de 90 metros. La estructura es curiosa, pero está prácticamente vacía por dentro (salvo la obligada exposición sobre la Expo, valga la redundancia). Eso sí, es un magnífico mirador y tiene alguna que otra escalera psicodélica.

La última parte del día la hemos dedicado a la zona del Parlamento Europeo y alrededores. Es una zona llena de parques, donde me parece que habría que resaltar el monumento erigido en 1905 en honor de la independencia de Bélgica, y que es muy parecido a las famosas Puertas de Brandemburgo de Berlín. Luego hemos decidido que ya estaba bien por hoy y nos hemos recogido pronto, para tener fuerzas mañana para recorrernos Bruselas centro de arriba a abajo.

domingo, 1 de abril de 2012

Día2: Brujas y Bruselas

Hoy no ando rebosante de energía, así que mucho me temo que la entrada de hoy será más breve que la de ayer. 

Flogging Molly nos ha despertado media hora antes que ayer y para la estación que nos hemos ido, para ponernos de camino a Brujas, una de las ciudades más famosas de estas tierras.

El trayecto no ha sido nada del otro mundo. Hoy no ha habido espectáculo de traducción y nos hemos zampado un paquete de galletas esperando el tren. Una vez dentro de éste me disponía yo a dormir tan ricamente todo el trayecto cuando han entrado en tropel un regimiento de amazonas vascas e hijas que entre "quítate la chamarra" y demás gritos de guerra me han hecho encender la música para poder conciliar algo el sueño.

Por fin nos hemos bajado en Brujas. Yo siempre había escuchado que era muy, muy pequeñita y que se veía enseguida, pero lo cierto es que es una ciudad preciosa, que bien merece pasar allí si no todo el día, gran parte de él.

Para empezar se han ganado mis respetos incluyendo en la estación escaleras de bajada (sísísí, sé que a estas alturas parecía imposible, pero es verdad) e incluso ascensores en la estación.

Al salir de la estación hemos descubierto que pasaba por allí una vuelta ciclista y que íbamos a tener oportunidad de sacar las gafas de sol, como buenos turistas que somos.

Entrar en la parte antigua de la ciudad ha sido como trasladarse algunos siglos hacia atrás, obviando, claro, las tiendas, los coches, etc. Está toda llena de casitas de estilo medieval, muchas de ellas con detallitos, escuditos, veletas,... algo distinto en cada esquina.

Hemos visto la ciudad de arriba a abajo, y hemos oído tocar un carillón, del que han salido perlas como las canciones "Que viva España" y como quiera que se llame la original de "yo soy español, español, español". Ciertamente, podríamos haber retrocedido siglos, pero se respiraba ambiente español por los cuatro costados.

Nuevamente no nos hemos podido resistir a las delicias del chocolate belga, y el viaje de vuelta en tren lo hemos pasado comiendo semejante manjar (sin amazonas esta vez).

A última hora de la tarde, de vuelta en Bruselas, hemos estado por una parte que llaman la zona de los museos, donde están todos allí recogidos, incluyendo un museo del libro junto a la Biblioteca Real.

Para terminar el día, una hamburguesa y un viaje en metro para llegar al hotel. De nuevo nos ha sorprendido el ingenio belga, ya que las máquinas no aceptan billetes y casi que las monedas de un euro tampoco, así que hemos tenido que tirar de calderilla para pagar los 13 euros que cuesta un bono de diez viajes. El metro tampoco es ninguna maravilla, y los ingenieros decidieron que sería una buena idea hacer dos líneas con el mismo recorrido (sí señor, todo muy lógico).

Esta es nuestra aventura de hoy, buenas noches.

sábado, 31 de marzo de 2012

Día1: Gante y Bruselas



El día ha empezado de una forma... distinta a la habitual. Después de haber sido mordida por zombies y tragada por un tiburón, Flogging Molly (esos irlandeses borrachos que componen la única música de mi móvil) me ha sacado de mi "reparador" sueño y me ha recordado darle un codazo a mi hermanito para que levantara el culo. Podría decir que me llena de orgullo y satisfacción poder afirmar que hemos batido todos los récord estando listos en 15 minutos.

El plan del día era visitar Gante por la mañana y dar una vuelta por Bruselas después de comer así que hemos salido del hotel a las nueve menos cuarto de la mañana y nos hemos dejado llevar por nuestros pies hasta la Gare du Nord, de donde no hacía ni doce horas habíamos salido. El nuevo día ha traído consigo también una visión más despejada (o algo más despejada) de las cosas.


Tenemos, aunque ayer no los mencioné, unos autobuses de policía justo al lado de la entrada que recuerdan poco menos a las películas y series americanas, en las que estos maravillosos vehículos son taaan seguros que siempre hay alguien que se fuga. Ni que decir tiene que son de último modelo... del siglo pasado, claro.

Me alegra decir que quien ha pasado una odisea esta mañana ha sido mi queridísimo frater. He podido disfrutar, con sádico placer, de verle haciendo de traductor simultáneo español-francés, francés-español, con unos padres que cambian el guión cada dos segundos... sólo me han faltado las palomitas. Después de haber estado discutiendo sobre precios y si nos compensaba coger algún tipo de abono que nos sirviera para mañana y pasado, hemos descubierto que somos familia numerosa y ahí se acabó la discusión.

De todas formas hemos llegado sin problemas a nuestro destino, donde me he dado cuenta de algunas cosas. Uno: los belgas se han emperrado en poner escaleras mecánicas de subida, pero no de bajada. Dos: hay demasiadas bicicletas en Gante. Tres: el Corte Inglés ya puede decir misa, que aquí la primavera no ha llegado todavía.

La definición más objetiva y apurada de Gante que se me ocurre es que es recogida. Sus calles son muy monas, muy bonitas, muy medievales en algunos casos, pero la zona “para ver” la zona turística se ve con un paseo, entrada a iglesias incluida. La catedral es realmente bonita, con una cripta con frescos que han cumplido ya varios cientos de años y una decoración que se ha abstenido del recargado dorado con el que cuentan muchas (demasiadas en mi opinión) catedrales. Hemos subido también a lo alto de la más alta torre de la ciudad, visto un castillo, el canal... A última hora de la mañana hemos buscado el castillo de un tal Gerardo del Diablo que, como podría hacer presagiar su nombre, estaba en la parte más fea de Gante.

Visto Gante, y no sin antes habernos comido un wafle o gofre con chocolate, nos hemos vuelto a la capital europea. La verdad, habían sido tan pésimos los comentarios que había escuchado sobre Bruselas que me ha sorprendido muy gratamente. Desde la Estación Central hemos ido a la Grand Place, que hace honor a su nombre y parece imposible decidirse a mirar a uno solo de los edificios que la rodean. Hemos visto al dichoso niño meón, rodeado de japoneses como no podía ser de otra forma, e incluso nos hemos zampado algún bombón de chocolate belga (waaaarg, chocolaaaaaateeeeeeeeee).

Para terminar, cenita en un kebab (tan típico de Bélgica) y vuelta al hotel.

viernes, 30 de marzo de 2012

Bruselas: llegada

Bueno, bueno, bueno, pues ya estamos aquí. Han pasado ya más de siete horas desde que hemos salido de casa, pero ya nos hemos aposentado y, a juzgar por el aspecto de la habitación, ya nos sentimos como en casa (amos, que no hemos tardado ni diez segundos en convertir una lujosa habitación doble en una leonera).

A decir verdad el viaje ha sido más bien normalito, si asesinatos ni zombies por el camino, para gran decepción de aquellos enamorados de la sangre y la destrucción... Sin embargo, más de uno estará de acuerdo conmigo en que a veces los aeropuertos y demás sitios de largas esperas en familia también pueden dar bastante miedo.

El avión se ha retrasado un poco (no esperaba menos), pero ha despegado, que es lo importante. Han sido dos apasionantes horas junto a mi hermanito en las que hemos descubierto cómo mi madre (que se sentaba justo detrás con mi papi) puede hablar con una completa desconocida desde lo terribles que son los retrasos de aviones hasta los ojos claros de mi hermano, pegando un repaso de por medio a toda la situación políltico-social del país (no preguntéis, no sabemos cómo lo han hecho, hemos pensado en llevarla a Cuarto Milenio).

La parte más apasionante ha venido cuando hemos descendido del avión. Creo que nunca me sentiré más identificada con Indiana Jones como
hoy: sube escaleras, rampas, 3km de senderismo aeroportuario, baja otra vez, gira a la derecha, sigue un poco, vuelve a girar y... ¡ya está! has encontrado las maletas.

Pero es que ahí no acaba todo. Hemos decidido tomar el tren para ir hasta Bruselas, y en el proceso hemos descubierto que hay máquinas para sacar los billetes, pero que no aceptan ni tarjetas ni efectivo (otro misterio más para Iker Jiménez). Por fin los hemos podido sacar en otras máquinas y tomar, no sin antes equivocarnos de andén, el dichoso tren hacia la Gare du Nord.

Una vez allí hemos descubierto que los belgas creen estrictamente necesario poner escaleras mecánicas de subida, pero que para bajar debe de bastar con dejarte caer por unas normales, maleta incluida. 

Al salir hemos encontrado un precioso mapa gracias al cual mi señor padre y mi hermano han podido descifrar el camino hacia nuestro Santo Grial: el hotel. Ningún problema en recepción, nos han dado dos estupendas habitaciones dobles, nos hemos pegado una ducha y ahora nos vamos a hacer compañía a los Lunnis, que nos lo hemos ganado.