Hoy sí que se puede decir que hemos hecho honor al título del blog, al menos en la primera parte del día. Con este tercer día hemos completado el ciclo de ciudades a las que nos movemos en tren, y hoy le ha tocado a Amberes.
Para empezar bien, hemos descubierto que somos familia numerosa sólo en fines de semana, así que ha tocado pagar religiosamente cada billete individual. Luego nos hemos montado en el primer tren que hemos visto que iba para Amberes, que ha resultado ser un cercanías que ha parado casi hasta en casa del revisor, que ha flipado en colores y se ha reído un ratejo viéndonos a nosotros, pobre familia, en el mismo asiento cada vez que volvía a revisar los billetes. Hemos rematado la faena bajándonos una estación antes de la que teníamos que bajar (amos, en la primera que ponía "Amberes", que ha resultado ser la de las afueras). Por fin nos hemos subido al siguiente tren y nos hemos bajado en la estación central de Amberes cuando serían ya las 10.30.
Por lo menos sí que puedo decir que desde que hemos bajado del tren (del segundo, del bueno) hemos sabido que ha sido un acierto acercarse hasta Amberes, ciudad que gracias al enorme estuario del río Escalda se convirtió en uno de los puertos más importantes de estas tierras (ya sabéis, de cuando Castilla vendía lanas para comprar los ropajes hechos con ella... nosotros siempre tan listos).
La estación es un edificio enorme, cuya parte antigua, la que carga con poco más de 100 años, parece ser del neoclasicismo y el resultado es verdaderamente espectacular. Junto a esta estación se encuentra el zoo de la ciudad, con dos grandes leones a la entrada, y parece ser que hay fiestas por aquí, pues en la plaza de la estación nos aguardaba una noria nada despreciable, además de un par de atracciones más que funcionaban a ritmo del "Bomba 2000" (literalmente).
La visita a la ciudad no nos ha ocupado más que la mañana, aunque he de decir que la cuenta con unas calles bastante bonitas, e incluso con un castillito a la orilla del Escalda que, aun siendo moderno (o al menos así parece), no deja de ser pintoresco. La única pega que le tengo que poner es que media ciudad estaba levantada por obras, incluido lo que hemos supuesto que era el paseo principal. Es una ciudad que parece eso, una ciudad y no un centro turístico. Está fuera de las hordas de extranjeros que invaden Brujas y Gante y puedes hasta imaginar que haya gente viviendo y trabajando allí.
Después de comer (no ha habido chocolate esta vez :( )hemos vuelto a Bruselas, a ve la parte de la ciudad que pilla más alejada del hotel, para así no tener que ir mañana.
Para empezar hemos tomado el metro hasta el Atomium, el monumento que quedó tras la Expo del 58. Creo recordar que tiene algo más de 90 metros. La estructura es curiosa, pero está prácticamente vacía por dentro (salvo la obligada exposición sobre la Expo, valga la redundancia). Eso sí, es un magnífico mirador y tiene alguna que otra escalera psicodélica.
La última parte del día la hemos dedicado a la zona del Parlamento Europeo y alrededores. Es una zona llena de parques, donde me parece que habría que resaltar el monumento erigido en 1905 en honor de la independencia de Bélgica, y que es muy parecido a las famosas Puertas de Brandemburgo de Berlín. Luego hemos decidido que ya estaba bien por hoy y nos hemos recogido pronto, para tener fuerzas mañana para recorrernos Bruselas centro de arriba a abajo.